Solo un minuto...

Martes 13 de Agosto 2019.

Una vez más creí que ya había superado todo. Mi padre llama a mi celular una mañana en la que estoy trabajando, “solo un minuto” son sus primeras palabras, después una noticia recibo, le digo que todo está bien (una completa mentira). Minutos después intento respirar de manera profunda, no funciona, no puedo más, creo que puedo perder el control, personas a mi alrededor tratan de ayudarme, mi amiga se acerca a consolarme y solo reprocho ante el destino de ¿por qué tengo que experimentar más bajadas que subidas?, no escucho las palabras que me da para tratar de alentarme, en mi cabeza resuena un pensamiento ¿acaso soy tan débil?
Salgo del trabajo, decido caminar, siento un hueco en mi corazón ¿es odio lo que siento en mi pecho? O quizás es ¿tristeza?pienso que es estupido sentirme de tal manera ¿es normal llorarle a alguien con quien no fui cercana?, mi cabeza se llena de pensamientos, me duele, parece un nido alborotado de abejas.
Al llegar a mi casa hago un par de llamadas, les digo que estoy bien, actúo como si no me doliese, aunque por dentro me quema, las lágrimas no paran, les dije que no les volvería a ocultar nada, sin embargo, solo me encierro sin mostrar la soledad que realmente siento y en la que cada minuto me hundo más. Me frustra que aún no puedo controlar mis emociones ante este tipo de eventos, como la noticia que recibí esta mañana sobre la muerte de mi abuela, me afectó más de lo que hubiera imaginado, no tuve el valor de ir a su funeral.
Me molesto aún más conmigo misma, me siento tonta ¿por qué me afecta tanto su muerte? Esos días me encierro en mi casa, le miento a mi hermana diciendo que en el trabajo me dieron el día libre por equis razón (una mentira más, no quería ir, solo quería llorar).
Recuerdos vienen, como la primera vez que dormí como nunca lo había hecho fue en
la cama de mi abuela, cama que estaba hecha de simples palos, algo sencillo pero agradable, aquel río que pasaba abajo de su casa, el largo camino que teníamos que recorrer a través de las montañas para visitarla, el sonido de los enormes pinos cada que se movían con el intenso viento simulando el ruido de carros pasando a alta velocidad, cuando un borrego bebé lamió mi boca por accidente, cada vez que ella nos recibía con cariño, cada que nos daba pan de muertos (los más deliciosos), el cuarto lleno de pan de muerto era el paraíso para una niña, el pueblo que estaba a un par de horas, el parque de dicho pueblo donde unas monjas vendían un postre llamado "niño enrollado", la forma en que vestía con su traje tradicional, con dos trenzas en el cabello y su sombrero no podía faltar, su terquedad que la caracterizaba, dicha peculiaridad que yo heredé, realmente amaba ir cada año durante el mes de octubre. Me doy cuenta que mis mejores recuerdos de la niñez los tengo de esos viajes que realizábamos cuando la visitábamos.

La alegría y el dolor, son emociones que se pueden compartir con aquellos vínculos importantes que te rodean, creo que si le hubiera dicho a mi familia cómo me sentía realmente, no hubiera dolido tanto.

En solo un minuto se derrumbó mi mundo.